En Serbia, un nuevo movimiento estudiantil de base ha demostrado ser inteligente, creativo y sin líderes. Y no apunta a ningún político o partido en particular. Su objetivo es cambiar todo el sistema. Este sábado, 22 de noviembre de 2025, la ciudadanía vuelve a las calles para un nuevo pulso contra la corrupción. Y se apoya en una estructura organizativa ciertamente horizontal.
La convocatoria tiene un alto contenido simbólico: se celebra en el aniversario del ataque que sufrieron estudiantes frente a la Facultad de Artes Dramáticas (FDU) por parte de grupos progubernamentales, un incidente que buscó reprimir las protestas iniciales contra la corrupción.
Las y los universitarios, que llevan un año encerrados en la FDU como protesta, han lanzado el ecléctico lema «Nos vemos el sábado». Esta acción sigue al éxito de la convocatoria del 1 de noviembre, donde decenas de miles de personas protestaron por la tragedia evitable de Novi Sad, el colapso de una estructura de hormigón que provocó 16 víctimas mortales y que puso al descubierto la corrupción estatal y el uso de subcontratas chinas con materiales de pésima calidad.
Para entender esta dinámica única de crecimiento y su metódica estrategia de resistencia civil noviolenta traemos aquí la traducción de la parte de un texto que se centra en analizar cómo se activaron las protestas

Fuente: How Serbian Students Created the Largest Protest Movement in Decades
[16 minutos de tiempo de lectura]
Por Breza Race Maksimovic y Srdja Popovic.
Agosto de 2025.
El 1 de noviembre de 2024, una tragedia sacudió Serbia. Una marquesina de hormigón y cristal recién renovada en la estación de tren de Novi Sad se derrumbó, causando la muerte de dieciséis personas, entre ellas dos niños. El desastre suscitó preguntas inmediatas y dolorosas: ¿Cómo pudo fallar una construcción nueva? ¿Quién era el responsable? ¿Se pedirían cuentas a alguien?
La frase «Todos estamos bajo la marquesina» se convirtió en un clamor en las redes sociales, en las pancartas de protesta y en las conversaciones cotidianas. Más que expresar solidaridad, captaba la frustración ampliamente compartida por la población serbia ante la corrupción sistémica, la negligencia y la impunidad del Gobierno. La sensación de que nadie estaba realmente a salvo cuando las instituciones fallaban resonó en toda la sociedad.
Inmediatamente después de la tragedia, el colectivo estudiantil fue el primero en responder. Organizaron vigilias con velas y momentos de silencio por las víctimas. En lugar de recibir compasión, sus reuniones pacíficas fueron recibidas con intimidación, vigilancia y detenciones. El dolor dio paso a la resistencia. En cuestión de semanas, las protestas se extendieron desde los campus universitarios a las plazas de las ciudades y, posteriormente, a pueblos de toda Serbia. El 22 de diciembre, más de 100 000 personas se reunieron en Belgrado para exigir transparencia y justicia.
La ola de acción cívica creció durante el invierno: manifestantes estudiantiles bloquearon puentes y carreteras, no por rabia, sino en señal de recuerdo, y se les unieron agricultores, gente jubilada, juristas y artistas. Se celebraron grandes concentraciones en toda Serbia, en ciudades como Novi Sad, Niš, Kragujevac y Novi Pazar, que atrajeron a personas de todas las regiones.
El impulso se acentuó hacia el 15 de marzo de 2025, cuando más de 300 000 personas llenaron las calles de Belgrado en lo que se considera la mayor protesta de la historia de Serbia. En las semanas siguientes, el reto fue cómo convertir esta muestra de unidad sin precedentes en una presión sostenida para el cambio.
Una «resistencia sin líderes» altamente coordinada
Lo que distingue a esta ola de protestas de los movimientos anteriores liderados por políticos de la oposición serbia es su naturaleza descentralizada, pero altamente coordinada. Esta movilización carece de liderazgo por diseño. Las asambleas estudiantiles funcionan según un modelo horizontal, organizando reuniones plenarias nocturnas para proponer, debatir y votar las tácticas. Se publican las actas, se comparten las estrategias de forma segura y las decisiones surgen de la deliberación colectiva.
Esta estructura permite acciones rápidas, innovadoras y sincronizadas en todo el país, desde marchas dispersas que se unen en concentraciones masivas, hasta conmemoraciones escritas con tiza en las aceras de las ciudades occidentales y boicots en el norte, diseñados para llegar a pueblos aislados y desconectados por el bloqueo informativo, creando una dinámica que las autoridades han tenido dificultades para contener.
Las y los estudiantes ampliaron su repertorio táctico más allá de las marchas dispersas y las lecturas simbólicas, que venían organizando desde finales de noviembre, principalmente frente a instituciones como la facultad de artes dramáticas de la Universidad de Belgrado.
A principios de 2025, empezaron a hacer bloqueos de carreteras y sentadas al estilo flash mob, parando el tráfico en momentos simbólicos, como desde las 11:52 a. m. (cuando se derrumbó la marquesina) hasta las 12:08 p. m. (un minuto por cada víctima). Llevaron su mensaje a los barrios con campañas de carteles nocturnas, actuaciones callejeras de guerrilla de la comunicación e instalaciones artísticas que dramatizaban los fallos del Estado.
Detrás de estos actos públicos se encontraba una sólida infraestructura interna. Entre gente voluntaria se organizaron grupos de trabajo para coordinar la logística, la seguridad, la asistencia jurídica y las comunicaciones digitales. Estudiantes de informática desarrollaron plataformas cifradas para garantizar la seguridad de las comunicaciones y la coordinación, mientras que estudiantes de derecho y personal de procuraduría crearon una red de respuesta jurídica para ayudar a los manifestantes detenidos. El movimiento dio prioridad a la transparencia: los registros públicos detallaban las donaciones y los gastos, lo que reforzaba una cultura de propiedad colectiva y confianza.
Detrás de estos actos públicos se encontraba una sólida infraestructura interna. Entre gente voluntaria se organizaron grupos de trabajo para coordinar la logística, la seguridad, la asistencia jurídica y las comunicaciones digitales.
Este nivel de coordinación sitúa al movimiento serbio entre los ejemplos más disciplinados de lo que Erica Chenoweth describe como «resistencia sin líderes» altamente coordinada. Los equipos tácticos difunden las distintas acciones, los streamers documentan a los agresores y los voluntarios médicos mantienen una línea de asistencia telefónica. Estas prácticas también ejemplifican el concepto de «acciones dilema», que sitúan estratégicamente a los oponentes en una posición imposible: las protestas pacíficas del movimiento estudiantil obligaron a las autoridades serbias a elegir entre parecer débiles o represivas, lo que en ambos casos erosiona la legitimidad pública.
Las instituciones académicas se convirtieron en los bastiones del movimiento. El profesorado formó barricadas, mientras que las escuelas primarias y secundarias mostraron su solidaridad organizando minutos de silencio, exhibiendo pancartas de apoyo, sumándose a las huelgas generales y permitiendo a su alumnado de último curso participar en marchas y asambleas comunitarias.
Las universidades proporcionaron espacios de refugio y también conferieron legitimidad al movimiento. La alineación del personal educador y estudiantado también transmitió un mensaje más profundo: la búsqueda del conocimiento y la responsabilidad cívica se veían amenazadas por la misma podredumbre sistémica. Las aulas se convirtieron en foros de participación democrática. El movimiento replanteó la educación no solo como un sector que defender, sino como un pilar fundamental de la vida democrática.
Las tácticas del movimiento se basaban en la legalidad y la creatividad. Las marchas lentas en los pasos de peatones, las vigilias, los boicots, las marchas hacia las instituciones europeas… Todas ellas eran totalmente legales, pero no por ello menos provocadoras. La no violencia no es solo una postura moral para el movimiento estudiantil serbio, sino una estrategia deliberada para mantener la legitimidad y ampliar el atractivo.
De los campus a las comunidades
El movimiento estudiantil ha desarrollado un rico lenguaje simbólico. Una mano abierta y levantada de color rojo sangre, hojas de papel en blanco, lecturas públicas de la Constitución… cada uno de estos elementos se dirige al poder a través de metáforas y mensajes. Las pancartas que se burlan de las declaraciones de los altos cargos convirtieron los errores políticos en chistes y dejaron en ridículo a los que están en el poder; el humor y la ironía se reutilizaron como herramientas de protesta.
Estos símbolos no son espontáneos, sino el resultado de una cuidadosa planificación por parte de los equipos de comunicación interna. Se eligen estratégicamente hashtags unificados como #studentiublokadi (#estudiantesenelbloqueo), publicaciones simultáneas en redes sociales desde muchas cuentas diferentes e imágenes atractivas para los medios de comunicación con el fin de resonar tanto en el público nacional como en el internacional. Grupos de voluntariado se encargan de todo, desde el diseño gráfico hasta la coordinación de las retransmisiones en directo, mientras que las redes de medios de comunicación de la diáspora amplifican los mensajes más allá de las fronteras de Serbia.
Los actos, las imágenes y los mensajes son importantes: contrarrestan el miedo, atraen un apoyo más amplio y reducen las barreras a la participación. Al evitar la trampa de la violencia, el movimiento serbio salvaguarda su legitimidad.
Los actos, las imágenes y los mensajes son importantes: contrarrestan el miedo, atraen un apoyo más amplio y reducen las barreras a la participación. Al evitar la trampa de la violencia, el movimiento serbio salvaguarda su legitimidad.
Los símbolos también viajan bien. Resuenan más allá de las fronteras de Serbia y fomentan la conexión con las comunidades de la diáspora, los medios de comunicación internacionales y las redes de solidaridad transnacionales. Esto incluye los Balcanes, donde las hostilidades de las guerras de la década de 1990 con Croacia, Eslovenia y Macedonia han dado paso ahora a un fuerte apoyo al estudiantado serbio. En la era global, las protestas no solo se dirigen al régimen local, sino también a la gente aiada que las ve desde fuera. La claridad visual y simbólica refuerza la solidaridad.
La combinación de protestas simbólicas respaldadas por infraestructura interna ha creado un movimiento que es a la vez emocionalmente resonante y operativamente sólido. Entre bastidores, equipos legales, médicos y centros de información mantienen el motor en marcha, mientras que los símbolos avivan el fuego en las calles. Esta doble estrategia sostiene la moral y mantiene la presión sobre el régimen. Lo que comenzó a finales de 2024 como una respuesta estudiantil a una tragedia concreta se ha convertido, a mediados de 2025, en una movilización nacional que ha llenado plazas, bloqueado carreteras y puentes y coordinado acciones en todos los principales municipios serbios.
Esta coalición en crecimiento revela que la frustración con un gobierno que no rinde cuentas es mucho más profunda que la juventud o el mundo académico. El movimiento se ha transformado en un amplio levantamiento cívico que exige transparencia, rendición de cuentas, respeto de los derechos y elecciones anticipadas.
La creación de coaliciones fue una parte orgánica de la resistencia. Quienes se manifestaban buscaron deliberadamente formas de incluir las voces marginadas: comunidades rurales, grupos minoritarios y gente trabajadora del sector público. Las y los estudiantes visitaron los bastiones rurales del partido gobernante para ampliar su base geográfica de movilización y reclutaron a miles de estudiantes de secundaria y a sus padres para ampliar su base de apoyo generacional. Los mensajes inclusivos y la participación abierta ayudaron a salvar las diferencias entre generaciones, religiones, geografías y profesiones. En muchas ciudades, las iniciativas iniciales lideradas por estudiantes se convirtieron en foros comunitarios multigeneracionales sobre gobernanza y justicia.

La respuesta del Estado: represión y deslegitimación
A medida que crecía el apoyo público, también lo hacía la represión del Estado. Aumentó la presencia policial, con agentes que a menudo vestían uniformes sin distintivos. Circularon vídeos de agresiones policiales y detenciones violentas. Quines protestaban denunciaron malos tratos durante su detención e intimidación por parte del personal de seguridad privada. Más allá de la represión física, surgieron campañas de presión más sutiles: el profesorado se enfrentó a recortes salariales, los departamentos universitarios recibieron advertencias y los medios de comunicación alineados con el Estado tildaron a las personas manifestantes de desestabilizadoras o agentes extranjeros.
Las tácticas empleadas por el Gobierno reflejan el manual autoritario habitual en los regímenes híbridos, en los que las instituciones democráticas formales coexisten con controles informales, y quienes ostentan el poder manipulan las normas y reglas democráticas para consolidar su autoridad. El objetivo no es la represión directa, sino sembrar el miedo y el cansancio, para que la disidencia resulte arriesgada y el silencio parezca la opción más segura.
El objetivo no es la represión directa, sino sembrar el miedo y el cansancio, para que la disidencia resulte arriesgada y el silencio parezca la opción más segura.
La comunidad internacional, en particular los gobiernos e instituciones democráticas, debe reconocer estas sutiles tácticas por lo que son: intentos de consolidación autoritaria encubiertos bajo la legalidad. Denunciar públicamente estas prácticas, documentar los abusos y apoyar la infraestructura cívica que se resiste a ellas son componentes fundamentales de la participación externa.
La respuesta del poder judicial merece una atención especial. Muchas de las personas detenidas fueron recluidas sin cargos claros o sometidas a juicios opacos y acelerados. En algunos casos, las sentencias carecían de explicaciones o se basaban en pruebas dudosas. La erosión de la independencia judicial, ya en marcha en Serbia, se hizo más visible, lo que socavó la confianza de la ciudadanía en los tribunales.
A cambio, el estudiantado comenzó a protestar frente a los juzgados, con pancartas en las que se leía «La justicia no se vende» y organizando lecturas públicas de las sentencias para poner de manifiesto las incoherencias legales. Transformaron los edificios judiciales en escenarios de escrutinio cívico, lo que sirvió para cuestionar tanto los resultados como la propia legitimidad de las instituciones legales. La movilización frente a los juzgados y la recuperación física de los espacios del Estado de derecho, aunque la autoridad de esos espacios se haya visto mermada, crean un símbolo singularmente poderoso.
Aunque parece que el poder judicial ha comenzado a ceder a nivel local, con algunas juezas y jueces que se niegan a procesar a estudiantes tras detenciones ilegales, la reforma del sistema judicial sigue siendo una de las fronteras más cruciales del movimiento.
Lucha contra el miedo
A pesar de las primeras concesiones, como la publicación de documentos clasificados y la imputación de funcionarios relacionados con el derrumbe de la marquesina de Novi Sad, el Gobierno ha redoblado en gran medida el control en lugar de promulgar una reforma significativa. Quienes protestan han rechazado estos gestos parciales y, en su lugar, buscan transparencia y cambios institucionales. La continua represión de la disidencia por parte del régimen, junto con el estancamiento de la reforma política, ha mantenido la movilización pública en toda Serbia.
El mayor obstáculo al que se enfrenta ahora el movimiento no es la represión, sino el miedo —entre la ciudadanía, las instituciones y las empresas— a lo que pueda traer consigo el cambio. ¿Quién gobernará tras la caída de este sistema? ¿Seguirá el caos a la transformación?
Han demostrado que, en un régimen híbrido, la resistencia es posible y la legitimidad puede cambiar mediante la noviolencia persistente, creativa y basada en principios.
Hasta ahora, el movimiento estudiantil se ha resistido a articular una alternativa política. Esta postura ha preservado su credibilidad, pero puede limitar su atractivo para quienes anhelan una dirección, no solo una ruptura.
El movimiento no tiene por qué convertirse en un actor político, pero debe esbozar una visión, que incluya aclarar cómo se puede perseguir la rendición de cuentas de manera justa, tranquilizar al personal de la administración pública explicando que la lucha contra la corrupción no es lo mismo que la venganza, proponer cómo se pueden mantener los servicios públicos durante la transición y hacer hincapié en las posibilidades de continuidad en medio de la revolución institucional.
Estas medidas pueden convertir a las personas expectadoras indecisas en aliadas activas y transformar las protestas descentralizadas en un progreso democrático sostenido. Los actores externos, incluidas las ONG internacionales, la comunidad de donantes y los grupos de promoción de la democracia, también tienen un papel que desempeñar. Pueden apoyar la formación, la planificación estratégica y el intercambio de ideas y experiencias con otras regiones en las que se han producido transiciones pacíficas.
El levantamiento estudiantil de Serbia comenzó con un duelo. Se ha convertido en uno de los movimientos cívicos más grandes y coordinados de la historia del país, incluso mayor que la Revolución Bulldozer de 2000 que derrocó a Slobodan Milošević. El movimiento actual desafía no solo al Gobierno, sino a todo el sistema.
Las y los estudiantes aún no han derrocado al régimen. Pero han desestabilizado sus cimientos y socavado su autoridad. Han demostrado que, en un régimen híbrido, la resistencia es posible y la legitimidad puede cambiar mediante la noviolencia persistente, creativa y basada en principios. La autocracia se nutre del miedo y la apatía; el movimiento serbio ha derrotado a ambos. Su mensaje al país —y al mundo— es claro: incluso en democracias restringidas, el coraje cívico perdura. Incluso bajo el dosel, la gente puede seguir levantándose.
Breza Race Maksimovic es directora de programas del Centro para la Acción y las Estrategias No Violentas Aplicadas (CANVAS), donde lleva más de dos décadas formando y apoyando movimientos en favor de la democracia y los derechos humanos en todo el mundo.
Srdja Popovic es fundador de CANVAS y profesor en el Colorado College y la Universidad de Virginia. Es autor de Blueprint for Revolution: How to Use Rice Pudding, Lego Men, and Other Nonviolent Techniques to Galvanize Communities, Overthrow Dictators, or Simply Change the World (2015). Su cuenta de Twitter es @SrdjaPopovic.
Artículos relacionados con el abordaje del pasado en Serbia y la continuidad de la violencia, clicando aquí.
Imagen destacada de esta entrada: Andrej Isakovic/AFP via Getty Images
