Vicerrectora de Cultura de la Universidad de Alicante, Coordinador del Consejo Asesor del Archivo de la Democracia, Director del Archivo de la Democracia, y toda la gente que habéis tenido la amabilidad de acudir a este acto:
Hemos venido desde Aragón transportando un archivo gestado durante décadas de acción desobediente noviolenta. Un histórico legado antimilitarista que iniciaba el primer desobediente político al ingreso a filas en las postrimerías del franquismo, Pepe Beúnza, con su Objeción de Conciencia al Servicio Militar Obligatorio de entonces, 15 años antes del inicio de la finalmente exitosa campaña de Insumisión. Pero también hemos venido aquí para agradecer, en nombre del Colectivo Antimilitarista de Zaragoza Mambrú, el interés por estos materiales de una institución educativa académica como es la Universidad de Alicante, a través de su Archivo de la Democracia.
El nuestro es un pequeño colectivo cuyo origen se remonta al final de la dictadura franquista con la creación del Grupo de Objetores de Zaragoza en el curso 1973-74. En esos años comenzó a reunirse en una parroquia de la calle Daroca del barrio de Delicias, el núcleo de personas que inició en nuestras tierras la lucha colectiva por el reconocimiento de la objeción de conciencia.
Individualidades cristianas, anarquistas, republicanas y otras personas sensibles al antimilitarismo forjaron en nuestra ciudad un grupo autónomo, asambleario y autogestionado que poco después se coordinó con otros grupos locales semejantes al nuestro en las primeras asambleas de intercambio de información y materiales surgidas en Madrid, como lugar geográficamente equidistante a todos los colectivos. En noviembre de 1980 se dio el paso de llamarnos Colectivo de Objeción y Antimilitarismo (COA), a la vez que se creó el desaparecido Colectivo para una Alternativa No violenta (CAN). Mantuvimos ese primer nombre hasta que, años después de conseguir en 2001 la desaparición de la mili y su prestación sustitutoria, decidimos actualizarlo, comenzando a llamarnos Colectivo Antimilitarista de Zaragoza. Finalmente, en marzo de 2010, adoptamos también el sobrenombre de “Mambrú”, recuperando así la cabecera de nuestra querida revista en papel de ámbito estatal que habíamos dejado de editar diez años antes.
Cinco años después de la donación inicial que realizaba para este Archivo de la Democracia el Movimiento de Objeción de Conciencia de Valencia, y cumpliendo con el deseo de ampliación expresado aquí mismo por quien ponía voz a sus gentes, en una intervención que hacemos nuestra, punto por punto, queremos remarcar que además deseamos que la memoria siga intentando servir para educarnos en la convivencia pacífica entre los pueblos, y en la resolución noviolenta de conflictos, a lo largo y ancho del planeta.
Para eso no sólo necesitamos la memoria de la acción histórica de un movimiento de desobediencia civil masivo, como fue el nuestro, que en occidente dio al traste, por vez primera mediante la acción de la gente, con un servicio militar que llevaba cerca de tres siglos de ininterrumpida obligatoriedad, especialmente para las clases más desfavorecidas.
No, no es sólo necesario preservar la memoria de lo ocurrido aquí, en el Estado español: también deberíamos salvaguardar la memoria de otros movimientos, de otras no menos históricas acciones y campañas a lo largo y ancho del planeta,. Son todas aquellas que ahora intentan recuperar, sistematizar y, lo que es más trascendental, evaluar en sus resultados, investigadoras como la americana Erica Chenoweth en un brillante, contundente e innovador estudio que vendría a denominarse “Por qué funciona la resistencia civil: la lógica estratégica del conflicto noviolento”. Este es un título que osamos aquí traducir de un estudio que, precisamente, aún no tiene su versión publicada en castellano, tarea en la que, desde hace más de un año, andamos empeñadas las gentes de Mambrú.
En nuestra experiencia de relaciones internacionales con otros grupos y movimientos (tanto dentro como fuera de la Internacional de Resistentes a la Guerra, a la que hemos pertenecido históricamente las gente del Movimiento de Objeción de Conciencia) se han articulado campañas de objeción de conciencia y desobediencia civil por la paz en todo el mundo, y así, hemos visto el nacimiento y desarrollo de esperanzadoras iniciativas de objeción de conciencia y antimilitarismo en Latinoamérica, desde Colombia a Paraguay, pasando por Chile o Venezuela.
Igualmente hemos sentido muy cerca las fuertes conviciones en la noviolencia del trabajo entre la sociedad iraelí de grupos como New Profile o Mujeres de Negro especialmente en Oriente Medio, donde también conocimos de primera mano, y compartimos sobre el terreno, el actuar desde la noviolencia de las gentes del Movimiento de Solidaridad Internacional de Palestina, incluso cuando las fuerzas armadas israelís abatían de un disparo en el cuello a un niño que participaba, junto a nuestra propia presencia, en una de sus numerosas acciones noviolentas. También las sentimos con fuerza en los Balcanes, allí a través del grupo de Mujeres de Negro de Belgrado. Y de allí también difundimos la situación de las decenas de miles de desertores que, desobedeciendo fundamentalmente las llamadas a filas de dirigentes serbios, pero también de los croatas o bosnios, les condicionaron sobre el campo de batalla, mediante la debilitación de los frentes, a la aceptación de acuerdos que conllevaran, al menos, el fin de la guerra.
Dolorosa fue la experiencia de llegar tarde a conocer en detalle, y poder denunciar por tanto, la salvaje represión de Asad contra la desobediencia civil noviolenta siria. Un régimen que fue también el responsable de masacres sin fin, luego más visibles, como la llevada a cabo sobre la ciudad de Alepo, donde llego a provocar en 2016, en colaboración con la aviación rusa dirigida por Putin, 30.000 víctimas en un sólo mes, casi el doble de las que se han producido hasta ahora en el actual brutal genocidio del ejército israelí sobre la población palestina de Gaza.
A pesar de aquella sombría imagen que tuvimos en nuestro primer contacto con la memoria de la noviolencia en Siria, hay señales importantes que nos dan alguna esperanza. Las recientes manifestaciones en la localidad drusa de Suwayda nos recuerdan que la gente siria no ha renunciado a su libertad para reunirse pacíficamente y reclamar sus derechos.
Quien quiera recuperar esa memoria de la noviolencia siria, que ya no ha llegado a estos papeles que ahora cedemos, si no que se conserva en formato digital online, puede hacerlo tecleando en cualquier navegador “Noviolencia en Siria: Daraya como ejemplo”. Pero también lo puede hacer con la publicación impresa de los textos que tradujeron, desde la ciudad de Valencia también, nuestras queridas gentes antimilitaristas de allí y que se publicaron en la editorial Nefoe con el título de “Informe sobre el movimiento noviolento sirio”
Fue a propósito de la “carnicería” de Siria, precisamente, cuando nos desvinculamos de una parte del movimiento antimilitarista del Estado español agrupada en “Alternativa Antimilitarista”, una unión de colectivos locales ostensiblemente reducida tras el fin de la campaña de Insumisión. Esta red pretendía servir de continuación de la coordinación antimilitarista nacida en el Congreso de Landa de 1979 que supuso la primera declaración ideológica del Movimiento de Objetores y Objetoras de Conciencia (MOC) que nuestro colectivo contribuyó a fundar. La ruptura nos reafirmó en la necesidad y la importancia de defender una acción coherente y sin fronteras de los principios de la noviolencia para amparar o proteger a toda sociedad civil, sin excepciones, que sufra persecución y guerra, venga de quien venga la violencia a que es sometida. Además, sirvió para estrechar vínculos con otra parte del movimiento antimilitarista que años después nos ha facilitado, por ejemplo, colaborar con este archivo universitario que recibe ahora nuestra memoria documental.
Precisamente para preservar ahora la memoria de los acontecimientos que transitan la actualidad más inmediata, recientemente hemos puesto en contacto con el conocido y comprometido reportero gráfico Gervasio Sánchez a las gentes del Movimiento Pacifista Ucraniano. Ël ha sido el único que ha mostrado un genuino interés aquí por informar directamente desde el territorio en guerra, sobre ese Movimiento, con una entrevista que publicaba bajo el revelador título de “A la guerra o a la cárcel”, que denota la constante persecución de quienes allí son personas refractarias a la guerra. Ningúna otra persona de su gremio, ni siquiera de los medios públicos lo ha hecho luego. Como tampoco ha mencionado nadie en la prensa convencional la recogida de 50.000 firmas reunidas para exigir a Europa protección y asilo para desertores y objetores de conciencia al servicio militar de Rusia, Bielorrusia y Ucrania en el contexto de la campaña internacional “Objeta la guerra”.
La investigadora Erika Chenoweth concluía en su estudio, no obstante, que mayoritariamente, la noviolencia funciona. Durante dos años, Chenoweth y su colega María Stephan habían recopilado datos sobre todas las campañas violentas y noviolentas desde 1900 hasta 2006 que habían tenido como resultado el derrocamiento de un gobierno o la liberación de un territorio. Crearon un conjunto de datos de 323 acciones de masas y, sin dejar ningún ángulo sin examinar, Chenoweth analizó y realizó una regresión de casi 160 variables diferentes relacionadas con los criterios de éxito, las categorías de participantes, la capacidad del Estado, etc. Los resultados dieron un vuelco al paradigma que Chenoweth sostenía desde hacía tiempo: en conjunto, las campañas de resistencia civil noviolenta tuvieron mucho más éxito a la hora de lograr el cambio que las violentas.
Estas investigadoras han creado un recurso de memoria, realmente no directo como el que se está construyendo aquí en la Universidad de Alicante, pero también académicamente muy relevante, que debería hacer reflexionar a nuestras sociedades y que, por ejemplo, en el mundo anglosajón, ha inspirado y guía ya las pautas de los nuevos movimientos civiles contra la extinción climática.
Quede por tanto aquí a resguardo, en el Archivo de la Democracia, negro sobre blanco, nuestra aportación a la memoria de las décadas de activismo noviolento que contribuimos a impulsar en el Estado español, y que aún persiste viva, en nuestro ámbito, y en la globalidad de los movimientos sociales. Estos papeles que donamos reflejan una sensibilidad determinada en la construcción de la Paz y sería importante ampliar ese legado mediante el contacto frecuente con sensibilidades parecidas a ella que existen, han existido y existirán, alrededor de todo mundo. Necesitamos, igualmente, una reflexión compartida, tanto social como académica o incluso mediáticamente, para transformar la violenta realidad armada que nos rodea, pero que no representa el verdadero sentir, la verdadera ambición, de la mayor parte de la humanidad.
Sea ese, en realidad, nuestro más importante legado a las generaciones venideras